Rendición (2)

Horas antes de la presentación de IDARTES. Además de proponer convocatorias anuales a las cuales siempre deberemos aplicar, ¿qué mas hace esa entidad?

A) Liebre Lunar es una organización inspirada por “la convicción de  reconocer y potenciar la dimensión artística en toda vida cotidiana para  habitarla de manera más íntima, gozosa y plena”, ante la que cabe preguntarse si hoy tiene algún tipo de relación con la Alcaldía Mayor, y si éste es a nivel logístico o directivo.

En fin, en la página web de esta organización, hay una entrevista realizada a Gustavo Petro, de donde se pueden extraer varias cosas:

1.- Que se va a continuar apoyando “a las grandes instituciones culturales, tan necesarias en una ciudad como Bogotá” a la vez que se aumentará la inversión hacia las “pequeñas y nuevas instituciones”;

2.- Que se implementará el modelo de Casas de la Cultura en cada localidad, junto a la creación de un “gran corredor cultural por donde giren artistas de trayectoria y grupos barriales, creando un dialogo intercultural que genere procesos de identidad y cualificación en nuestros artistas”;

3.- Que la relación arte/educación, se resolverá articulando la acción de “los grupos culturales, casas de cultura y demás organizaciones dedicadas a la actividad artística, con los centros educativos distritales, de manera que las actividades de campo de los estudiantes incluyan la asistencia a sus eventos”.

Eso está bien, son ideas optimistas, de las que tanto funcionan cuando tratamos de hablar sobre cultura y política.

B) Hay un video donde Julio Nava le pregunta a Gustavo Petro por una canción que le erice cada vez que la escucha. El alcalde le habla de un bolero que el cantante no conoce. Aparte de este lapsus, lo valioso del intercambio es una idea que como-que-lanza-como-que-no-lanza nuestro alcalde en relación con la existencia de las BACRIM en Bogotá: ante la innegable presencia del paramilitarismo rebautizado hay que interponer la creación de unas BACREA: bandas de creadores, que se reúnan a ofrecer entretenimiento e incluso lleguen a los centros educativos para dictar las materias relacionadas con artes. He ahí una solución al binomio cultura/educación, que, por supuesto, no deja de estar aderezada con la ansiada búsqueda de la paz. Esperar a ver los alias que se inventen los líderes de cada BACREA o cómo se pelearán el control de los mejores lugares del “gran corredor cultural” o los contratos educativos de los colegios más representativos de cada localidad. En fin, paz y arte.

C) En la conferencia de la semana pasada vimos en las horas de la tarde a

1.- Lucas Ospina hablando sólo (cada uno de los ponentes desoyó las palabras con que este Director de Departamento abrió las presentaciones);

2.- Ramiro Osorio defendiendo la filantropía a través de la efigie de Don Julio Mario (en un enorme local doblemente financiado –con impuestos y con el valor de la boletería-);

3.- Cristina Lleras mostrando los beneficios de la inversión privada en los proyectos del Museo Nacional (sin profundizar demasiado en los efectos que podría causar esa relación);

4.- Víctor Manuel Rodríguez –rejuvenecido- repitiendo lo dicho por Ramiro Osorio mientras advertía, entre chiste y chanza, que durante este mandato también –en serio, también- asesorará la sección de cultura de la Alcaldía Mayor (sin profundizar demasiado en el efecto que podría causar esa relación).

D) Hay otro video donde Rocío Londoño comenta

1.- Que la proyección de las políticas de cultura de la presente alcaldía no añadirá nada a lo propuesto una década atrás.

2.- Que la división de clase en la cultura no ha dejado de notarse a pesar –o quizá a causa- de la creación de nuevos espacios (a los estratos 1, 2 y 3 les toca folklore en el Jorge Eliécer Gaitán; a los 4, 5 y 6 les toca John Malkovich en el Centro de Don Julio Mario).

3.- Que la visión de la cultura ha quedado reducida a los montajes espectaculares (v. gr. los indicadores de gestión).

4.- Que difícilmente esta alcaldía pondrá en discusión las modalidades de administración de los escenarios culturales semipúblicos (¿al fin alguien de la Secretaría de Cultura, con criterio y capacidad de negación y de negociación hará parte de la Junta directiva del MAM de Bogotá?; ¿al fin alguien de la Secretaría de Cultura, con criterio y capacidad de negación y de negociación hará parte de la Junta directiva del Centro de Don Julio Mario?)

E) Esto es lo que hay, falta de orientación y desconocimiento de los intereses del sector de las artes en Bogotá. Lo otro es el Plan Decenal de Cultura, que básicamente reproduce lo que decía Gustavo Petro en la entrevista concedida a la entidad que tiene “la convicción de  reconocer y potenciar la dimensión etc, etc”.

Ante este panorama, y asumiendo que el campo artístico local es tan, pero tan, pero tan débil que requiere la constante irrigación de dineros públicos para estimular la circulación profesional (y que sufre de la aspiración mesiánica porque cada década aparezca aquel funcionario-visionario que subsane la imposibilidad de plantear proyectos de mediana duración), serviría de algo cuestionar la timidez en la formulación de una política clara respecto a la cultura en Bogotá para saber a qué atenerse. Es decir, ignorando si se instrumentalizarán o no las artes visuales en este mandato, sin saber si se las utilizará para defender la ¡Bogotá Humanitaria Ya!; o se privilegiará el apoyo hacia las iniciativas artísticas no académicas a cambio de las universitarias. Desconociendo si volverá a haber exposiciones de arte en el Museo de Arte Moderno de Bogotá. O si existe algún interés por regular mediante acuerdos gubernamentales el mercado de arte en la ciudad; si se van a seguir presentando artistadas por el estilo de los globos lanzados por Yury Chillán y el escritor que dirige la revista Número, etc., etc. en fin, sin saber si va a pasar algo, lo mejor que podríamos esperar es a que la iniciativa individual retorne por estos lares y que vayamos deshaciéndonos de la idea que este campo artístico volverá a nutrirse de la experimentación y las propuestas osadas de nuevos talentos financiados por el Estado, que estén dispuestos a contrarrestar la hegemonía estética de profesores, críticos y curadores que miran (miramos) con mayor interés lo que pasa afuera que lo que sucede aquí. Ya va siendo hora de que nos convenzamos que el presupuesto local nos va a sacar de pobres (aunque nunca sobra presentarse a una que otra beca) y que, en estas épocas de crisis, siempre es mejor aspirar a los recursos provenientes del extranjero (para poder hacer e irse y conocer, y darse cuenta de que afuera tampoco se sabe muy bien qué hacer hacia la cultura y con ella).

¡Por la defensa de la autogestión en la Bogotá Humana Ya!

— Guillermo Vanegas


2 comentarios on “Rendición (2)”

  1. Guillermo Vanegas dice:

    Un aportito, que es una paradoja:

    «… El desistimiento puede ser la manera más fácil de desatar la paradoja, que ya lleva dos meses. Ruiz tiene en sus manos la posibilidad de enviarle un mensaje a otros funcionarios que viven esa misma contradicción sobre cuál es la salida que más fortalece la institucionalidad…»

    Clarisa Ruiz tiene un largo recorrido en las instituciones culturales del Bogotá y del país, que la llevaron a ser nombrada Secretaria de Cultura por el alcalde de Bogotá Gustavo Petro. Pero Ruiz llegó a dirigir una entidad a la que ella misma tiene demandada, y por eso está considerando desistir de la demanda.

    Legalmente, Ruiz no tiene ninguna inhabilidad, pero su situación sí es contradictoria. Desde el 3 de enero pasado tramitó un impedimento para tomar cualquier decisión sobre su demanda, pero hasta el momento no ha desistido de ella.

    Ruiz demandó al antiguo Instituto Distrital de Cultura y Turismo, que hoy es la Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte, porque en 2000 la removió de su cargo como directora de la Academia Superior de Artes de Bogotá (ASAB). La decisión la tomó la entonces directora del IDCT, Adriana Mejía, porque el cargo de Ruiz era de libre nombramiento y remoción, y ella y el alcalde Enrique Peñalosa prefirieron nombrar un nuevo director.

    La paradoja no es una novedad para Ruiz ni para el gobierno Distrital. En el informe de empalme que preparó la Secretaría anterior, estaban todos los procesos judiciales en los que está envuelta la entidad, incluyendo el de Ruiz. Entre los 21 procesos, la mayoría son por asuntos laborales, como las de algunas personas que salieron porque suprimieron sus cargos en la reestructuración de la entidad.

    La Secretaría de Cultura, Recreación y Deporte es la encargada de la política distrital de cultura y deporte, maneja directamente escenarios como la Cinemateca Distrital e instituciones como el Observatorio de Cultura Urbana. Entidades como la Orquesta Filarmónica, el Instituto Distrital para la Recreación y el Deporte y Canal Capital, que tienen su propio presupuesto, siguen sus orientaciones. Tiene un presupuesto de poco más de 37 mil millones para 2012 y a finales de 2011 tenía 255 personas a su servicio. Todo esto es lo que está a cargo de Clarisa Ruiz.

    Por eso, cuando Petro le ofreció el cargo, cuando ella lo aceptó y cuando efectivamente fue nombrada, se sabía que iba a dirigir la entidad a la que tiene demandada.

    Más allá del impedimento, Ruiz aún no ha decidido qué hacer, si vivir con la contradicción y esperar a que la resuelva un juez. O si resolverla ella de una vez. “Quería tomarme un tiempo para reflexionar y consultarlo con mi familia” le explicó a La Silla Vacía. “Para mí lo que pasó fue muy duro, y me llevó a un proceso judicial que yo no deseaba”.
    Lo que pasó
    Ruiz fue directora de la ASAB durante la administración de Enrique Peñalosa, alcalde de Bogotá entre 1998 y 2000. En ese entonces la ASAB dependía del Instituto Distrital de Cultura y Turismo (IDCT). La ASAB, que desde 2005 se convirtió en la Facultad de Artes de la Universidad Distrital, es uno de los principales centros de formación de artistas en Colombia. Ruiz era el equivalente a la rectora de la ASAB lo que, más que darle mucho poder presupuestal, era un cargo de prestigio en el medio cultural.

    Hacia principios de 2000 el alcalde le pidió la renuncia a Ruiz, al parecer por el deseo de darle otra dirección a la ASAB, a lo que ella se negó.

    “Las causas por las que me pidió la renuncia excedían su discrecionalidad, aún si mi cargo era de libre nombramiento y remoción”, le dijo Ruiz a La Silla Vacía. Otras personas que conocieron la situación en su momento afirman que ella sencillamente no se quería ir. Por el motivo que fuera, Ruiz se negó a presentar una carta de renuncia como quería Peñalosa.

    Cuando fue claro que la intención era sacarla del cargo, finalmente sí presentó una, pero explicando los motivos por los cuales renunciaba, lo que daba pie para una demanda. Según algunas personas que laboraban en el IDCT, Ruiz le hizo el quite a la notificación de resolución por la que la destituían, mientras escribía su renuncia motivada.
    Ruiz finalmente demandó al IDCT, argumentando que su destitución era ilegal porque no encuadraba dentro de la discrecionalidad que tenía el Distrito para retirarla de su cargo.

    “Yo presenté esa demanda porque era una manera de reclamar justicia” le explicó a La Silla Vacía “También quería darle ejemplo a mis hijos de que uno debe ejercer sus derechos ciudadanos. Ese retiro afectó mi honra y también dejó en duda la idoneidad de mi trabajo. Por eso demandé”.

    Hasta ahí, no había ninguna contradicción, sino simplemente una demanda de un ciudadano que argumentaba que una entidad pública le había violado sus derechos.
    El proceso
    La demanda de Ruiz, que es por poco más de 30 millones de pesos, hizo su trámite por el Tribunal Administrativo de Cundinamarca entre 2000 y 2005. Mientras tanto, ella siguió adelante con su carrera pública en la cultura: fue directora del Teatro Colón hasta 2004, cuando pasó al Ministerio de Cultura como Directora de Artes. Y, a la vez, en la reforma administrativa del ex alcalde Luis Eduardo ‘Lucho’ Garzón, en 2006 el IDCT se convirtió en la Secretaría de Cultura del Distrito.

    En 2007, la sentencia del Tribunal le dio la razón al IDCT. Pero Ruiz, quien estaba en el Ministerio, siguió adelante y apeló esa sentencia. El proceso llegó a la Sección Segunda del Consejo de Estado, a manos del hoy Procurador General Alejandro Ordóñez. Ordóñez iba de salida, así que el proceso lo tramitó primero Bertha Lucía Ramírez, encargada de su despacho, y desde junio de 2008 lo lleva el magistrado Gerardo Arenas. En enero de 2009 el proceso entró a su despacho, donde está a la espera de una ponencia y un fallo definitivo.

    La contradicción surgió más adelante, cuando a finales de 2010 Ruiz empezó a sonar como posible Secretaria de Cultura y cuando, en enero, fue nombrada en ese cargo. Pasó de ser una ciudadana que tenía una demanda contra una entidad pública, a ser la directora de esa entidad.

    La situación actual del proceso reduce mucho las suspicacias pues a estas alturas, la Secretaría solo puede esperar la sentencia. Solo si el Consejo de Estado le da la razón, Ruiz podría eventualmente incidir para que la Secretaría le pague más rápido. Y para eso aún hay que esperar, porque es previsible que la sentencia se demore aún uno o dos años, a juzgar por lo que tardan las sentencias en esa sección del Consejo de Estado. Pero esa posibilidad muestra que la contradicción está viva.

    La paradoja de tener una demanda contra la entidad a su cargo ha hecho que varios de los conocedores del sector de la cultura muestren su incomodidad. «¿Qué se puede esperar de la Secretaria, si no desiste de esa demanda? Yo creo que tiene una incompatibildiad moral» dijo un ex funcionario de la cultura que no quiso revelar su nombre a La Silla Vacía. Y la paradoja también ha hecho que Clarisa Ruiz, según le dijo a La Silla Vacía, haya hablado con sus abogados para asegurarse de que aún puede desistir de la demanda, y esté planteándose la necesidad de hacerlo.

    “Cuando el alcalde me ofreció el cargo pensé que tenía que reflexionar con calma sobre este punto, y hacerlo con mi familia, con mis hijos que me han acompañado en el proceso”, le explicó a La Silla Vacía. “Con mi trayectoria en estos años y con el cargo que estoy ocupando creo que se ve reconocido mi trabajo serio y constante. Además, el respeto a la institucionalidad también pesa”.

    El desistimiento puede ser la manera más fácil de desatar la paradoja, que ya lleva dos meses. Ruiz tiene en sus manos la posibilidad de enviarle un mensaje a otros funcionarios que viven esa misma contradicción sobre cuál es la salida que más fortalece la institucionalidad. Quizás con eso el Distrito podría ahorrarse el desgaste de tener que defenderse de algunas de las siete mil demandas que está enfrentando en este momento.

  2. Antonio José Díez dice:

    «…También quería dar ejemplo a mis hijos de que uno debe ejercer sus derechos ciudadanos. Ese retiro afectó mi honra y también dejó en duda la idoneidad de mi trabajo. Por eso demandé.»

    Si desea dar un ejemplo a sus hijos y si desea dejar en total transparencia su idoneidad en el trabajo para que nadie piense que es oportunista, debe dejar seguir esa demanda, que según explica, está basada en su concepción de un orden moral; y por el mismo, debería renunciar al cargo que ostenta y que nunca debió aceptar.

    No hacerlo no sería sino una prueba contundente de oportunismo, en el que se invoca una condición moral, para sostenerse de la manera en que mejor librada saldría del juego del poder en que se halla envuelta.

    De no hacerlo, ¿cuál sería el sustento moral en que basó su demanda..?